Convertir a América Latina en una región segura, abierta al mundo, tolerante y próspera es todavía un proyecto. Contamos con personas extraordinarias, una cultura desbordante y atractivos naturales que nada tienen que envidiar a otras regiones. Pero, ¿es suficiente?
Cada ciudad de América Latina necesita un nuevo enfoque para reducir la violencia. Comenzando desde la etapa escolar, a través de programas de educación emocional como los que ha implementado la Fundación Ismael Cala en algunos países.
Poner computadoras en manos de los más desfavorecidos, y educarlos en la promoción de la paz, abre el largo camino hacia la erradicación de la violencia.
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