Ser humilde no es dejarse golpear sino admitir nuestros errores, ser inteligentes para aprender de ellos y tener la suficiente madurez para corregirlos. La prepotencia, sin embargo, nos hace tropezar, cerrarnos puertas y no avanzar. La falta de humildad es característica de las personas que no piensan más que en sí mismas y se creen superiores o mejores a los demás.
La práctica de la humildad debe ser un ejercicio diario, ya que nos ayuda a saber escuchar y a compartir silencios, a ser cercanos y sinceros con la gente que nos rodea. Así, nos transformamos en personas de calidad a la vez que logramos tocar a los demás con nuestras sonrisas y nuestros gestos.
Como hemos dicho, la humildad es la base de toda grandeza, pues para crecer primero tenemos que aprender que somos pequeños.
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