Y con esto me refiero a sentirse bien con solo ser.
Con quien sos.
Con quien somos.
Cuando aceptas quien sos y comprendes que la vida cambia,
que en la vida suceden cosas:
cosas que duelen,
cosas que alegran,
cosas que entristecen,
cosas que iluminan.
Y estás bien con ello.
Estás bien sabiendo que la vida es eso,
un conjunto de momentos que, aunque contrasten,
forman lo hermoso de estar aquí:
el poder experimentarlos.
Porque al final, sentirse bien o mal
es igual de hermoso:
ambos son señales de que estamos vivos.
No necesitamos la felicidad.
Solo estamos acostumbrados a no apreciar su ausencia.
Pero cuando aprendemos a encontrar belleza en las dificultades,
descubrimos la esencia de la vida.
Al fin y al cabo,
no hay felicidad sin tristeza,
como no hay luz sin oscuridad.
El balance está en comprender esto,
en apreciar cada momento,
haya luz o la mirada no encuentre horizonte.
Porque cuando no se ve nada,
puede que sea momento de mirar hacia adentro.